lunes, 11 de octubre de 2010

Día 11 de octubre de 2010

Me levanté temprano, nada más escuchar el agudo timbre de mi despertador. Nada mas despertarme me fui directo hacia la ducha, haber si se acababa el tormento que me aguardaba en unas horas, el instituto. Salí de la ducha entre una espesa capa de vapor que no me dejaba ver ni el espejo de mi reducido cuarto de baño, abrí la ventana y con la mano desempañe el espejo. Me tenía que afeitar. Mientras me afeitaba, me corté bruscamente sin querer al lado de la boca, empecé a sangrar, cogí papel higiénico y me limpie la cara de sangre. Me asusté. Donde hace un instante solo había sangre ahora se diferenciaba un once, como demonios me pude hacer un once afeitándome y lo que me extrañaba, porque no me dolió a la hora de cortarme.

Deje de pensar en eso y me vestí, cogí mi mochila que había preparado la noche anterior y salí de casa.

De camino hacia el instituto, me encontré con diversos alcohólicos tirados en unas escaleras llenas de litronas, no soportaba la gente que solo pensaba en autodestruirse, y que mejor que autodestruirse que el alcohol, tanta gente que empieza bebiendo para divertirse o para parecer mayor como hacen muchos adolescentes y luego acaban siendo desperdicios o con un coma etílico en cualquier esquina orinada. Continué el camino con cara de pocos amigos y llegué al instituto.

Dieciséis años de vida 5 en ese instituto y mi grupo de amigos continuaba siendo reducido, quizás por mi culpa, mi afición a decir lo que opinaba de la gente y de odiar muchos ideales que hoy en día están bien vistos hacía mucho peso y contando mi atuendo metalero, también echaba a mucha gente hacía atrás. La gente me solía llamar friki, quizás tenían razón por mi afición a todo lo que tenía que ver con Japón pero yo tenía claro que no lo decían por eso, si no como un burdo insulto inventado por la televisión.

Toco el timbre y subí hacia clase, me tocaba clase de informática. Mi profesor era un hombre con aspecto alemán, alto, rubio y con una pronunciación fuerte y a mis oídos extraña. La clase de hoy trataba sobre un sistema numérico, el binario. Quien se podía imaginar que había alguien que se inventaría un sistema numérico a partir de dos números el uno y el cero. Gracias a dios, conseguí entenderlo rápido ya que veinte minutos antes de acabar la clase, mis compañeros, se empezaron a reír de mi y yo exploté de irá y cólera contra uno de ellos, le partí la nariz de un puñetazo y me fui corriendo de clase, del instituto.

Al estar dos calles mas lejos del instituto me mareé, me deje caer contra una pared y me di cuenta que la herida de mi cara estaba supurando sangre y tenía toda la camisa llena de sangre. Noté que mi cuerpo cada vez tenía menos fuerzas e inevitablemente me desplome perdiendo la consciencia.

Mientras estaba inconsciente era capaz de escuchar lo que pasaba a mi alrededor, oía coches, y gente pasar pero nadie me recogía hasta que note como alguien me elevaba y me transportaba hacia otro lugar, cada vez que daba un paso notaba un cascabel, el cual me tranquilizaba y me hacia serenar .

Al rato me desperté no sabía donde estaba, parecía un recinto industrial, me vino a la mente el taller de mi padre, me acuerdo que de pequeño me llevaba a veces y yo me dedicaba a jugar con los perros, clavar clavos o simplemente admirarle mientras en un torno iba dando forma a un tubo de acero. Después de este pequeño flash back me serene y rápidamente me toque la herida, aún estaba hay pero ya no supuraba sangre.

Acto seguido me dedique a explorar un poco, para poder situarme o como mínimo saber quien me recogió y porque me llevo allí.